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Historia de un desafío en solitario
El palista onubense Juan Peguero cubrió, remando en un kayak, los 215 kilómetros entre El Rompido y Sagres en 4 días, 3 horas y 17 minutos · El temporal, el cansancio y una lesión dificultaron la hazaña
P. V. / Huelva Actualizado 21.10.2010 - 05:02
El palista onubense Juan Peguero, de travesía por la costa occidental con su kayak.
0 comentarios0 votosUn reto marítimo en solitario tiene siempre marchamo de gesta. No importa el medio ni las condiciones; las dificultades son numerosas y peligrosas. En el caso del piragüismo y de una ruta costera de 215 kilómetros, el mérito sigue siendo colosal. El onubense Juan Peguero de Vega lo consiguió hace un mes, a mediados de septiembre, en un momento en el que tuvo que hacer frente a una lesión reciente, un temporal y los primeros días otoñales en la provincia.
El palista del Club Rompidokayak se marcó el objetivo de cubrir en solitario la distancia existente entre El Rompido y Sagres, la localidad portuguesa situada junto al cabo de San Vicente.
Partió desde el puerto cartayero el domingo 12 de septiembre, a las 11:00, escoltado por un nutrido grupo de compañeros de club. Y llegó a su destino el jueves 16, a las 14:17, en medio de un panorama de lluvia, viento y oleaje, tras cuatro días, 3 horas y 17 minutos.
Con 126kg desplazables, entre su propio peso, el de la embarcación y el del equipaje, mucho tuvo que luchar Juan Peguero entre la inestabilidad meteorológica imperante, que en más de un momento puso en jaque la travesía.
Las primeras sensaciones, según cuenta, fueron de mucho peso, aunque no tuvo demasiadas dificultades para maniobrar con el kayak. Más complicado lo tuvo, en cambio, por los dolores que aún soportaba de un accidente en bicicleta sólo tres días antes, del que le quedaron magulladuras, heridas y un hombro izquierdo un poco maltrecho, que le hizo temer por el abandono.
El apoyo de sus compañeros, hasta la llegada a Islantilla, le lanzó a la aventura en solitario, pertrechado con alimentos y útiles para la travesía, además de elementos para la seguridad, como Gps, radio, pala de repuesto y cohetes, entre otros.
La primera noche transcurrió en la isla de Cabanas, a unos 5km de Tavira. El día había sido duro por el mar de fondo de Levante y el viento que se había levantado por la tarde.
El segundo día fue imposible salir al mar. Había un temporal fuerte y el palista onubense decidió tomar la ría Formosa, para llegar a Isla Desierta, frente a Olhao.
Fue en este punto donde se complicaba la continuación, ya que la única forma de seguir adelante era saliendo por el espigón de la isla de Farol. Las fuertes corrientes y el oleaje no hacían esa ruta muy segura, pero el día abrió un poco y le permitió alcanzar Albufeira para pasar la noche.
Desde ese tramo, el paisaje se tornó más abrupto, salpicados de rocas, islas, grutas y majestuosos acantilados esculpidos por el agua y el viento.
El miércoles amaneció lloviendo pero Juan Peguero consiguió llegar hasta Alvor, acompañado en su trayecto por tortugas marinas y delfines, y un sinfín de aves marinas. Fue al mediodía cuando se plantó en Ferragudo, llamó por radio para informarse del parte meteorológico, nada bueno, por una borrasca que entraba con lluvia y viento. La decisión de llegar a Alvor, para tratar de afrontar el último tramo al día siguiente, le permitiría acabar la ruta antes de lo previsto. Pero lo peor le estaba reservado en la siguiente jornada.
Tras una noche de lluvia incesante, la mañana dejó una tregua para poder disfrutar de Punta Piedade, en Lagos. Una vez doblada, Sagres estaba a la vista.
El cabo recibió al onubense con todo su esplendor, con muchísimo viento y la visita de delfines y tortugas, entre los gigantescos acantilados, antes de llegar a Sagres.
El objetivo estaba cumplido: disfrutar de un bonito deporte en un entorno único marítimo, sin camino que seguir ni huella que dejar.